Uno de los lugares más increíbles que visitamos en México, fue sin duda el cementerio de Pomuch en Campeche, atraídos en primera instancia por su tradicional pan nos desviamos cuando nos dirigíamos a Mérida, llegamos ya tarde, como a las 5 nos compramos una pieza de pan, lo disfrutamos y comprendimos porque este pan es el más rico de la zona. A la salida nos dirigimos al panteón gracias a la sugerencia de una buena amiga que era.
Ahí llegamos estacionando al «Poderoso» y preparando nuestras cámaras, la fachada no anuncia nada diferente, pero al acercarnos nos percatamos que la puerta de metal corroída y que se sostiene milagrosamente estaba abierta.
Entramos, las primeras tumbas que vi, si bien coloridas y con adornos florales no tenían nada de extraordinario. No pasaron más de 3 minutos cuando oí a Gustavo gritar «Memo! tienes que ver esto». El espacio entre las tumbas no facilita nada el movimiento dentro del panteón, es una especie de laberinto, llegue a la tumba y ahí estaba unos restos expuestos en un Osario el cráneo perfilado aun con restos de piel y con cabello, bien acomodados.
Ahora entendía lo extraordinario del lugar sin entender realmente la razón de exhibir restos humanos, cada quien se empezó a adentrar por diferentes caminos en el cementerio, el morbo y el asombro eran nuestros guías, pero en un momento y sin saber el camino de regreso sentí que había saciado mi curiosidad, me sentía cansado y con ganas de salir del lugar. Llegue a la banqueta fuera del cementerio y comencé a mirar las imágenes y a cuestionar los motivos de esta tradición peculiar.
Un profesor oriundo del pueblo del otro lado de la banqueta al percatarse de mi presencia se acercó a preguntarme
-¿Ya entraste al panteón?, le dije que si, pero que me interesaba saber más de la costumbre, a lo que él me contestó -«Son nuestros seres queridos y sus huesos siguen siendo ellos, así que los visitamos y los cuidamos…»
A los tres años, la tradición y la ley aceptada por usos y costumbres permite la exhumación del cadáver. Sus restos son limpiados hasta dejarlos solo en los huesos. Éstos irán al osario familiar o a uno de nueva adquisición, donde reposarán en una caja, envueltos en un paño bordado por la misma familia o alguna artesana del pueblo, que se cambia cada año.
Así uno encuentra promesas de amor eterno en paños bordados y los característicos apellidos mayas, algunos con flores de plástico, otros con flores marchitas.
Ya lo escribió Kristian Cerino: Algo sucede en este pueblo cuyo reloj dejó de caminar, porque los muertos son más importantes que los vivos y de ahí que los mantengan limpios y los guarden en osarios de madera y los cubran con un mantel especial que ellos mismos bordan a mano.
Nadie lo creería pero entre la ventisca y las piedras, los muertos vuelven a la vida y los vivos levantan sus cráneos, tórax, pelvis y fémures en el acto más natural entre los que aún respiran y los que se reducen a polvo en cada brochazo.
Visitamos el lugar el domingo 4 de agosto de 2013.
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_memopadilla
Voy a visitar a mis muertos. Cementerio de Pomuch, Campeche http://t.co/JYx9n7Xqwu vía @NomadARTEmx
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